“El cuerpo humano no es embellecido por la ropa; es hermoso a pesar de ella” (Julio Romero de Torres, 1913)
ig. 1 Mural pintado en noviembre de 2024 por Jose Luís Muñoz Luque en el que se rinde homenaje a Julio Romero de Torres por el 150 aniversario de su nacimiento, Jardines de Oribe, Córdoba. Del autor. El vídeo sobre cómo se pintó este mural puede verse aquí
[1] El contexto: el interés de las colonias industriales y de la pintura social para los laboralistas
Porque no solo puede alimentarse uno de derecho laboral (y el estudio de las numerosas iniciativas legislativas, novedades legales y jurisprudenciales está siendo ciertamente intenso este año), creo que este blog no debe limitarse a la cuestión jurídico-laboral. En concreto, al menos hay dos cuestiones relacionadas con nuestra disciplina que la enriquecen y merecen una debida atención porque nos hablan de sus orígenes. Aunque sea desde una perspectiva contextual, cultural o histórica, ambas ayudan a entender y explicar el nacimiento del derecho del trabajo.
La primera de ellas es la cuestión de las colonias industriales (Company Towns o Mill Towns), que inciden en la génesis de la historia del derecho del trabajo, sobre las que ya he tenido ocasión de publicar alguna entrada, cuando me topé casualmente con la colonia industrial de New Lanark el pasado verano, en Glasgow. Allí conocí y comprobé sobre el terreno la herencia de los socialistas utópicos, David Dale y Robert Owen (véase aquí). El tema es apasionante y me ha atrapado de tal modo que actualmente estoy investigando sobre ello en mi (muy escaso) tiempo libre y visitando vestigios de nuestro patrimonio industrial (empezando con las colonias industriales del río Ter que estoy visitando con mis padres, Agustín y Chelo; con mi mujer, Susana, y mi hijo David cuando nos acercamos a Barcelona). Sobre ello espero escribir próximamente, porque también aquí tenemos magníficos testimonios de colonias industriales.
La segunda cuestión es la interesante perspectiva que nos aporta la pintura social. Me ha venido llamando la atención desde hace años, la empleo para ilustrar mis diapositivas en la asignatura de Labour Law I, en el grado de Derecho del IE y es un tema muy atrayente y sugerente para los laboralistas. Buena muestra de ese interés que nos despierta a quienes nos dedicamos a la rama social del derecho la podemos ver en la magnífica obra coordinada por SEMPERE NAVARRO Una mirada laboralista a la pintura del Prado, disponible para descarga completa en este enlace. También me resultó muy inspiradora la exposición que, precisamente en el Museo del Prado, tuvo lugar hasta septiembre del pasado año 2024 denominada Arte y Transformaciones Sociales en España, cuyo catálogo (enlace aquí) recomiendo vivamente a quienes interese la pintura social y que fue una maravilla visitar (especialmente preciosos me parecen los trabajos de Vicente Cutanda, por ejemplo, Preparativos para el 1 de mayo o Una huelga de obreros en Vizcaya).
Fig. 2 Una huelga de obreros en Vizcaya (Vicente Cutanda, 1892, Museo del Prado)
Pues bien, no soy ningún experto en arte ni lo pretendo, pero en este contexto es donde quisiera hablaros de una anécdota experimentada esta pasada Navidad, cuando pude asomarme literalmente a la ventana del estudio del Pintor Julio Romero de Torres, del que por cierto se acaba de celebrar este pasado 2024 el 150 aniversario de su nacimiento, en su estudio en Córdoba; y en señalar cómo tanto él como su menos conocido hermano, Rafael Romero de Torres, cuentan con obras muy relevantes en la pintura social, algunas de ellas muy conocidas. Propongo aquí un repaso rápido:
[2] Asomarse literalmente al Estudio de Julio Romero de Torres
Mi muy querido suegro Ramón Montes Ruiz, profesor de Historia del Arte de la Universidad de Córdoba ya jubilado y mayor experto en España sobre la figura del escultor Mateo Inurria (véase, por ejemplo, aquí) del que también organizó el pasado año una interesante exposición en el Museo de Bellas Artes de Córdoba (de la que se hicieron eco algunos medios cuyo catálogo puede descargarse gratuitamente aquí), suele brindarme la apertura a caminos que no dejan indiferente a uno.
Fig. 3 Mateo Inurria, Lobo de Mar, mostrada en la exposición y cuya versión en bronce puede verse en Banco de España. Del autor.
En este caso, la ocasión de toparse con algo especial surgió por medio de Juan José Garlo, exalumno suyo, gracias al cual tuvimos la ocasión de conocer el patio de la casa familiar de Julio Romero de Torres, ubicado junto a su museo, en la plaza del Potro número 1. Este maravilloso patio cordobés —normalmente cerrado al público, salvo en contadas ocasiones, como en la festividad de los patios, Navidad o el día de Andalucía— está abriendo muy ocasionalmente sus puertas, gracias a un grupo de voluntarios () que están trabajando en su cuidado y difusión, se constituyó en 2023 como asociación cultural pro Casa Museo Natal de Julio Romero de Torres y que merece total apoyo (incluyo su web aquí).
Conocer aquel entorno único es una de estas cosas que suceden a menudo con mi suegro. Te levantas un día por la mañana y no sabes que vas a toparte con un precioso pedacito de historia.
El patio llama la atención porque en él se respira esa historia. Esto ya se advierte, de entrada, por las magníficas esculturas romanas que allí se encuentran y por los preciosísimos azulejos conservados de forma individual o agrupados en paneles que llaman la atención. Una de las figuras más entendidas en lo relacionado con Julio Romero de Torres (Fuensanta GARCÍA DE LA TORRE, cuyo estupendo Análisis de la obra de Romero de Torres se va a citar recurrentemente) señaló en su momento (en este caso, en Cuaderno de Intervención en el Patrimonio Histórico núm. 4, colección Romero de Torres, 1001) su interés por proceder de los alfares sevillanos de los siglos XVI a XVIII. Pero ese patio también desprende aroma histórico si se repara en que albergó ilustres visitantes que acompañaron a Julio Romero de Torres y su familia (por ejemplo, entre sus amistades se encontraban Sorolla, Valle Inclán, Pío Baroja, Eduardo Zamacois, María Esparza, Benito Pérez Galdós, etc.).




Fig. 4 Vista del patio de la casa familiar de Julio Romero de Torres. Del autor.

Fig. 5 Detalle de los azulejos. Del autor.
Quizá lo más curioso es que, en él, todavía se encuentra el estudio en el que, a través de su ventana, pueden divisarse diversas fotografías y obras, como si el tiempo se hubiera detenido. Me resultó muy curioso asomarme de puntillas en el único cristal no opaco (reemplazado, posiblemente al haberse quebrado), en el que podía divisarse el estudio del autor y comprobar como su interior se corresponde bastante bien con las fotos que han llegado a nuestros días.




Fig. 6 Ventana del estudio de Julio Romero de Torres en la que tuve ocasión de asomarme y en la que se intuye el interior del estudio del artista.

Fig. 7 Fotografía del interior del estudio de Julio Romero de publicada por Fuensanta GARCÍA DE LA TORRE
Otras ventanas dejan intuir el interior de la casa (pueden observarse diversos cuadros apilados en su interior, lo que resulta francamente impactante). Esto pone de manifiesto que una mejor coordinación entre las Administraciones central, autonómica y local sería deseable para que este espacio pueda restaurarse y abrirse al público, revelando las magníficas obras que atesora el interior de la casa familiar. No creo que sea controvertido concluir que Julio Romero de Torres es uno de los pintores de referencia del siglo XIX y principios del XX en España, por lo que la labor que están haciendo desde proyecto Garlo merece sin duda apoyo y, desde aquí, quisiéramos aportar nuestro granito de arena.
Y al hilo de este casual hallazgo, me pregunté qué contribuciones realizó la familia Romero de Torres a la pintura social (también su hermano Rafael), pues algunos historiadores han señalado la preocupación de la familia Romero de Torres por la cuestión social. Como se verá, varias obras importantes tanto de Julio como de Rafael, que se relacionan brevemente a continuación, tratan el asunto.
[3] La Pintura Social de Julio Romero de Torres
Una de las obras reseñables es Conciencia tranquila (1897). Con esta obra concursó a una beca para la Academia de España en Roma. La temática planteada en la convocatoria era “el anarquista y su familia”. Aunque no consiguió la beca, sí optó a otro galardón, en este caso, la Tercera Medalla en la Exposición Nacional de 1899, como ha expuesto Fuensanta GARCÍA DE LA TORRE. La obra muestra al anarquista, arrestado, mientras se registra su domicilio en busca de pruebas que le incriminen ante la desolación de su familia. La triste vida de los desamparados le despertaba un interés que proseguiría ahondando en la temática social, especialmente sobre la prostitución.
Fig. 8 Julio Romero de Torres, Conciencia tranquila, 1897, Museo Reina Sofía
También resulta significativa la obra de gran formato denominada Aceituneras, de la que sabemos que reproduce el popular y festivo camino de los Villares de la Sierra Cordobesa y constituye un bello retrato del trabajo agrario.
Fig. 9 Julio Romero de Torres, Aceituneras, 1904, Museo Nacional de Arte Reina Sofía
Julio Romero de Torres profundizó en la temática social de manera intensa al tratar la cuestión de la prostitución en tres obras muy conocidas. Así, conviene citar Vividoras del amor, presentada en la exposición universal de 1906 y rechazada por el jurado al considerarse inmoral por representar a cuatro mujeres a la espera de clientes en la puerta de un prostíbulo. Los expertos consideran que esta obra constituyó un “indiscutible detonante” de su fama.
Fig. 10 Julio Romero de Torres, Vividoras del amor, 1906, Fondos de arte de la Caja de Gran Canaria, Gran Canaria
La visión de Julio Romero de Torres (junto con su amigo Joaquín Sorolla) acerca del rechazo que parte del público podía manifestar sobre los desnudos, la describe María del Mar IBÁÑEZ CAMACHO en una curiosa anécdota en “Recordando a Julio Romero de Torres” (Revista Arte Arqueología e Historia núm. 30 disponible gratuitamente aquí). Consta en una reseña de la Exposición de Pintura Española celebrada en Chicago en 1913 el siguiente texto que recoge las declaraciones de ambos:
“Hay una gran cantidad de desnudos en la exposición y, en vista de la reciente campaña en Chicago contra el desnudo en el arte, hay cierta especulación sobre el recibimiento que se les brindará. Es difícil entender a los artistas españoles desde el punto de vista de Chicago. «Donde hay mojigatería obviamente no puede haber arte» es el seco comentario del señor Sorolla. Y el señor Romero de Torres añade: «Si América va a prohibir el desnudo, también puede decidir que no va a tener arte. El cuerpo humano no es embellecido por la ropa; es hermoso a pesar de ella»”.
Sobre esta misma temática de la prostitución, también destaca la obra Nocturno, en la que representó a diversas prostitutas a pie de calle.
Fig. 11 Julio Romero de Torres, Nocturno, 1930, Museo de Julio Romero de Torres, Córdoba
Este adentramiento en la pintura social y en el mundo de la prostitución le llevo a la creación de su obra maestra, cumbre y más conocida, la chiquita piconera. Representa a una joven (la modelo y artista María Teresa López González) sentada avivando el brasero y mirando fijamente al observador (con una preciosa vista de Córdoba en la parte posterior en la que se aprecian al fondo la Calahorra y el Puente Romano). Suscitó canciones populares (Julio Romero de Torres pintó la mujer morena) e incluso un sello de 5 pesetas en 1965 emitido por la Fábrica Nacional de la Moneda y Timbre.
Fig. 12 Julio Romero de Torres, La chiquita piconera, posiblemente, 1929-1930, Museo de Julio Romero de Torres, Córdoba
[4] Y la pintura social de Rafael Romero de Torres
Por último, no pueden olvidarse aquí las aportaciones a la pintura social del hermano de Julio Romero de Torres con clara conexión con la cuestión laboral, al haber retratado el desempleo, la siniestralidad laboral o la inmigración. Con enorme calidad técnica, Rafael —tristemente fallecido de manera prematura a la edad de 33 años— destacó por diversas obras.
Por ejemplo, debe citarse Los últimos sacramentos, también conocida como El albañil herido (1890). Como Rafel Romero de Torres obtuvo una pensión de la Diputación de Córdoba para estudiar en la escuela de San Fernando, de Madrid, esta obra era uno de los envíos que debía realizar a la Diputación en compensación de esa pensión. En ella aborda el tema de las condiciones de trabajo de la época y, en concreto, sugiere el triste destino de un trabajador tras un accidente de trabajo al que el sacerdote va a administrar el viático, de modo que revela un claro sentido de denuncia social. Y ello debe contextualizarse en los cambios normativos que a principios del siglo XX iban a acontecer en España en materia de accidentes de trabajo. Recordemos que la primera protección de los trabajadores accidentados se regula en España en la ley de 30 de enero de 1900, siguiendo el ejemplo de la ley francesa de 1898 (loi sur l’indemnisation des accidents du travail). La nueva Ley española abandonó el antiguo sistema de la ley civil, según el cual la responsabilidad empresarial del empresario se producía solo si el trabajador acreditaba que el accidente había tenido lugar por culpa del empresario (imaginemos las dificultades para el empleado de asumir la carga de la prueba en esa época). Con el nuevo régimen de 1900 se migraba a un sistema de responsabilidad objetiva, en el que la empresa era responsable, salvo que el accidente se hubiera causado por fuerza mayor. Así lo recuerda con precisión GONZÁLEZ ABELLEIRA.
Fig. 13 Rafael Romero de Torres, Los últimos sacramentos (El albañil herido), 1890, Museo de Bellas Artes de Córdoba
En No hay trabajo, representa el padecimiento familiar que entraña el desempleo. Y es que el paro obrero resultaba especialmente penoso para las familias porque las abocaba sin remedio a la miseria (Javier BARÓN). Enormemente recomendable es su libro acerca de la exposición del prado “Arte y Transformaciones Sociales en España (1885-1910)” que puede ojearse aquí.
Fig. 14 Rafael Romero de Torres, No hay trabajo, 1881, Diputación de Córdoba
Por último, debe citarse Buscando patria (Emigrantes a bordo), en la que aborda la temática de la emigración de españoles al extranjero. A partir de 1886, la emigración peninsular a Cuba experimentó un fuerte impulso hasta la última década del siglo, incluyendo el destino de Río de la Plata. Se estima que llevó a 400.000 españoles a realizar el viaje a América en busca de trabajo. Javier BARÓN nos recuerda que Rafael Romero de Torres recibió una tercera medalla en 1892 por esta obra, en la que se enfatizaba la diversidad social de los inmigrantes, aunque predominaban las clases bajas, nutridas especialmente de agricultores.
Fig. 14 Rafael Romero de Torres, 1892, Buscando patria (Emigrantes a bordo), Madrid, Museo Nacional del Prado, sin localizar en su depósito
Y finalizamos aquí este pequeño recorrido en diversos retales y pedacitos de la pintura social que —confío— pueda haber ayudado a transmitir la idea de las conexiones que el arte y el derecho del trabajo tienen en común (tan solo ciñéndonos esencialmente a los hermanos Romero de Torres). Por tanto, queda un amplio mundo por explorar al que convendrá estar atentos para seguir profundizando en las obras que plasman la necesidad que empujó a crear una rama propia del derecho: la laboral.
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Maria Dolores López Rubio